jueves, 16 de agosto de 2007

El virus del miedo

En los retazos de los momentos en que me asistes, como luna trasnochada, como luz de invernadero. En los cordeles a los que aferro mis pocas ansias de ser quien fuese aquella tarde (en que decidiste ponerte falda). En las maletas, en los tejados, en los manteles me sirvo frío y con la boca abierta de incertidumbres pasajeras. Me sirvo de tus horarios para esperarte sin compromiso, sabiendo que nunca llegas a despertarme, que jamás arrancas sombras de los árboles que te resguardan, que hace poco y casi sin enterarme has empezado a hacerte invisible. En las orillas de tu paciencia, en los alambres de mi nostalgia, en los rincones iluminados del fondo del pasillo, en las carencias de mis desvelos que dicen todo lo que yo callo. En las olas que riegan tu pelo, en las trincheras, en mis mentiras, en tu sonrisa.

1 comentario:

Holly Golightly dijo...

invisibilidad y olas

... olvidando


pero no reniegues.