miércoles, 8 de agosto de 2007

Sol

Anoche, las farolas se apagaban a mi paso, porque iba a tu encuentro. Al encuentro de un abrazo chupasangres. Mientras espero, el señor Cohen me cuenta la historia de amor entre Solal y Ariane y no dejo de sorprenderme. Ella no se da cuenta de nada. Le pregunto al señor Cohen si todos los hombres piensan lo mismo, si la ternura está proscrita, si todas las mujeres buscan lo mismo, si todas queremos fortaleza, si todos queremos lucir perfectos, ser admirados por lo que ofrecemos por fuera, como en una carnicería, compras la carne de mejor aspecto y sin nervios, por supuesto.

Tanta claridad me aturde. Investigo, sin ser vista, a parejas que caminan, ofreciendo sus carnes al sol. Carnes turgentes, engrasadas, carnes como pasas. Pieles blancas, rojas, negras, color deseo, tostadas, doradas. Cuerpos bonitos, cuerpos feos, cuerpos jóvenes, cuerpos viejos. Acabaremos todos igual pero ¿se puede desear ese futuro que le espera al que camina con nosotros?

Solal despreciaba el hecho de que ella lo amase por ser tan guapo, tan viril, perfecto, pero la amaba porque ella era tan guapa, por su voluptuoso cuerpo que lucía tan bien sin adornos, porque era perfecta. Quería que amasen su futuro cuerpo envejecido, sus dientes caídos, pero le daba asco acariciar pechos mustios, ya no tan firmes.

Y hay manos que duelen y cartas que esperan contestación.

El desprecio previo. Te pego y me quieres. Don Juan.

2 comentarios:

Paul Varjak dijo...

Solal y Ariane no son más que víctimas de la época en que viven, son víctimas de su propia existencia. Pero, aún así, no les falta razón, o sí.

Y al final todo se resume en los opuestos, en la lucha del bien contra el mal: los cuerpos turgentes, los cuerpos como pasas, los jóvenes, los viejos, la naranja güasintona, la pera de agua...

Paul Varjak dijo...

Hemos recibido cienes y cienes de mails de nuestros fans quejándose por la aparentemente poca presencia del Dr. Strangelove. Y yo me digo...

¿Dónde carajo andas, tronquete?