sábado, 5 de julio de 2008

Crónica de una visita anunciada.

A la lagartija de mi terraza le falta un trozo de cola y se pasea, salerosa pero prudente, para comprobar si ha habido destrozos después de la invasión de esta tarde. Dentro de diez años quiero seguir sonriendo, seguir riendo con ganas, a carcajadas. Y es que hoy he visto los ojos más bellos del mundo apagarse tras una llamada, tras entrar en una tienda para flacas.

La paz ha llegado justo después de mis ganas de más guerra, curioso efecto de las meriendas con batidos de chocolate y chancletas. La lagartija sigue tan contenta, y yo todavía no entiendo cómo alguien que no come carne porque piensa que genera más agresividad puede disfrutar tanto con el boxeo.

1 comentario:

Paul Varjak dijo...

Tú y tus ganas de guerra, Holly. Y tus lagartijas.

Llámame cuando puedas bucanera.