martes, 4 de noviembre de 2008

Espaldas mojadas.

Me he quedado mirando tus pasos mientras te ibas, para que se me quedara grabada en la memoria tu espalda, para ver si así se me borraba de la palma de las manos, de los brazos, para que me doliera pensar que es por mi culpa. Sólo he visto tu espalda, como te he pedido, como me has pedidio que te pidiera.

Y he llorado, podría poner otra cosa que quedase más bonito, menos obvio, menos expuesto, pero he llorado ¡joder! como no lloraba desde hace mucho tiempo. He llorado todo lo que no puedo cambiar, todo lo que no sé cambiar pero sólo una parte de todo lo bueno que me has dado, de todas las cosas que has cambiado, que estás cambiando en mí. Y ellas nunca me dan la espalda, pretenden volver a verme, de visita a tomar el té. Y tienes razón, no me lo creo ni yo, se han quedado los posos pegados en el fondo de la taza.

Y sé que esto hubiera sido así aunque yo fuese rubia.

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