lunes, 4 de enero de 2010

El guiñapo humano.

A él le gustaba ella
le gustaba su cuerpo también
le gustaba ver cómo se movía
cómo gesticulaba
cómo hablaba con la gente
cómo se reía.

No sentía celos,
cuanto más hablaba con otros
sabía que su rendición a él
era mayor.

Le gustaba obervarla desde el otro lado de la habitación
y saber que ella pensaba en él.
Le gustaba tenerla en sus brazos
y saber que ella se moría de ganas.

Pero ella no sabía cómo decirle que
era un guiñapo humano
que un segundo no era nada
que un par de horas, un día entero
eran como un minuto para ella.
Que, a veces,
sólo sabía tumbarse,
intentar dormir,
esperar a que pasase ese vacío en el estómago,
uno de ésos que no se van comiendo.
Que quería arreglarlo todo
juntar las piezas
recomponer el puzzle
pero que no era capaz de encontrarlas
y que seguía buscando.

Él pensaba que siempre se puede hacer algo,
que ella se dejaba llevar,
que se escondía tras palabras
como "miedo" o "vértigo"
"¿cómo vas a sentir vértigo
si te quedas sentada en tu silla?"
Él quería que ella no sufriera
porque a él le gustaba ella,
y a ella le gustaba él
más de lo normal.

Ella no sufría
pero a veces
se sentía perdida.

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