martes, 9 de noviembre de 2010

Muette

Amordazada y sin poder gritar. Como aquel chico que conocí que dormía a oscuras y por la noche, cuando se despertaba, tenía que encender la luz para comprobar que lo negro que le rodeaba era oscuridad y no su propia ceguera, temo que el día que no me rasgue los labios la mordaza que los cubre me haya quedado ya sin voz. Me expongo si no me atan de pies y manos, si no me vendan los ojos, la boca, las manos para que no tenga el consuelo del tacto. ¡Y una mierda me expongo! me filtro, me cuelo, me tamizo. Es el único remedio que tengo para no sentirme atada. Y si últimamente tengo tanta hambre que me como hasta los dedos, y si arrastro conmigo a otras almas y les rasgo las vestiduras, pero siempre por la espalda, ¿qué he de hacer?.

No hay comentarios: