martes, 6 de noviembre de 2012

Que la noche es de huir

Las tinieblas
que nos juzgan
me son tan perfectamente
propias
que no seré yo
quien les tienda la mano
para descender.
Los estados de las sillas
vacías de nostalgia
se agolpan
para hacer ver que podemos
siempre caer más tarde
y con más dolor.
Cómo hacerlo,
cómo ser uno más
de los semáforos en ambar
a punto de descarrilar.
No sé hacerlo,
no contigo,
no sé si hacerme el muerto
o gritar que soy tú salvación.
Para nada vienen dados
los tiempos
de consuelo y desagravio
al amanecer,
sólo dicen lo que quieres
oir
y no paran de despejarse el pelo
de la frente.
Calor blanco
de deshielo en los dedos
como cuando
escuchabas decir que tantas
cosas nunca pasan
o al menos no a mi.
Cuántas guerras de guerrillas
hacen falta para estar
en paz con todo,
para ser el fin de tantos
males por contagiar.

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