martes, 10 de abril de 2007

Crónica de un botellón con diamantes

Era una noche gris en la localidad madrileña de Majadahonda.
Dos seres
motorizados entran en la plaza en lo que, a primera vista, parece una rana con ruedas. Ambos seres abandonan el habitáculo dispuestos a encontrar el destino que dirige sus cautelosos pasos. En ese momento el individuo número uno (en adelante individuo número uno) fija su mirada y, por tanto, su rumbo hacia un concurrido bar de yayos en el que toman y dan y reciben y comparten croquetas de jamón y pan del día anterior a las últimas elecciones generales. Pero no fue hasta mucho más tarde que aquellas dos figuras sombreadas por la luz de la luna perfilaron el boceto de lo que aquí se presenta. Cambiaron de lugar, intentando cambiar el propósito de todo aquello que se estaba gestando en las lombrices de sus intestinos, pero era inútil, su destino era funesto como el de Romeo y Julieta.Tras comer y beber hasta quedar saciados, tomaron por lienzo una servilleta y por pincel un boli (posteriormente sustraído y que será mostrado a modo de exposición en lo sucesivo) para tratar de aderezar y darle un nuevo sentido a las palabras ciberespacio y tosta de verduras sin pimiento. Es aquí, familiares y amigos, en este punto y no otro, donde este desatino vió la luz.

Que lo disfrutéis tanto como disfrutan mi urólogo y el masajista de Holly.

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