domingo, 3 de junio de 2007

Día D.

En estos días que corren, espero que mi luz de donde el sol la toma no sea un plagio. Porque ha habido otros. Lo han anunciado en las páginas de un periódico de un domingo cualquiera, como hoy. Y en escrituras apretadas leo que alguien, alguna vez, trajo sus pinturas de spray a mi vida, grafiteó temas incendiarios en las paredes de mis venas y abandonó los botes, ya gastados, entre mis costillas. Y recuerdo algún domingo en el que escribí una declaración de amor. Entonces, no tenía casi nada que ofrecer y absolutamente nada que perder, quería que mis palabras fueran tan buenas, tan bonitas, que fuese imposible no amarme.
Que tenía el corazón encorsetado y quería salir de su prisión, estallar. Que no necesitaba mirar otros ojos para sentirlo, que ese par de ojos no eran más que una excusa, una excusa para poder decir lo que durante tiempo no me atreví. Pero, aun hoy, dudo de que haya dejado atrás mi pasado y, ya muy pocas veces, temo que sea él el que me haya dejado a mí atrás.




[Recomendación: La vida exagerada de Martín Romaña, de Alfredo Bryce Echenique]

No hay comentarios: