sábado, 25 de agosto de 2007

Malos despertares

Haz lo que tengas que hacer, pero no deshagas las cenizas del amanecer, las que ahogan tus gritos. Y si quieres yo me subdivido y canto contigo, lo que nunca ya jamás sabré, lo que juego contigo. Perdemos el compás, no te vayas muy lejos, que los pasos son sólo el azar y el camino es tu cuerpo, que jamás pensé en pensar que tú reunías los requisitos y los pedazos del mar se juntan donde empiezan tus gritos. Al ser cada vez menor, cada vez más amplia, se cotizan los saberes que ahora sacian tus ganas, escaleras que nunca tendrás para ir a tu casa pero que subes cada vez que estás, cada vez que faltas. Yo me voy a dormir, tu te vienes conmigo, aunque estés mal dibujada y yo no sepa ahogar el ruido que provocan las ansias de oscurecer el día, que la luz que no provocas tú siempre me deja heridas.

Perdamos la verdad, perdamos la consciencia, perdamos tantas cosas como noches nos dejamos sin contar,
las paredes que dan la vuelta a las persianas, los resquicios de la soledad, los números.
Las mentiras que dicen los huecos que siguen al día de después de ayer, los complejos turísticos,
las ventanas abiertas, las sábanas malhumoradas que no me dejan dormir,
los calcetines blancos, los mecheros, las clavijas de las maquinarias defectuosas, los teclados,
los suspiros de alivio, el gotelé,
las aceras, los clavos ardiendo, las botellas vacías en mesas de cristal ahumado,
los viernes antes de afrontar el último disparate.

1 comentario:

Holly Golightly dijo...

Los elixires comprados a medias no ofrecen todas las respuestas.

Estoy llegando a un punto en que no sé si lo que escribes tú lo escribí yo en un arranque de sonambulismo flamenco, Paul.