Mi cámara y yo.
Esto es un no parar. La descocada -por no decir el zorrón- de mi cámara se ha puesto a tontear con el teléfono inalámbrico -que es un facilón y mucho menos complejo que el móvil- y ha quedado inservible justo cuando llegaba lo mejor. Ya me podrían haber avisado de su idilio y me hubiése evitado casi perderla por el camino, cargar con ella veinticuatro horas y la cara de tonta -Paul, no quiero comentarios a esto-. La última imagen que tomó pero que no ha conseguido escupir ha sido ésta.
Pobre camarita, cada día está más vieja y más llena de pegamento. Ahí vemos al culpable deltan cruel desfallicimiento, el culpable de que los cereales se me hayan quedado blandurrios -con tanto trasiego y tanto boca a boca que le he hecho a mi cámara me he olvidado hasta de la merienda-.
¡Ah!, y el sol, el sol sonriendo, a su puta bola, como siempre. En mi casa, las baterías se descargan con sólo mirarlas a los ojos.
Pobre camarita, cada día está más vieja y más llena de pegamento. Ahí vemos al culpable deltan cruel desfallicimiento, el culpable de que los cereales se me hayan quedado blandurrios -con tanto trasiego y tanto boca a boca que le he hecho a mi cámara me he olvidado hasta de la merienda-.
¡Ah!, y el sol, el sol sonriendo, a su puta bola, como siempre. En mi casa, las baterías se descargan con sólo mirarlas a los ojos.
1 comentario:
En tu casa todos los aparatos electrónicos son unos descocados. Eso es así.
Publicar un comentario