Hoy cenamos sopa
Como esos padres que limpian con mimo la habitación del hijo, mullen la almohada y los
cojines, activan la calefacción y lo preparan todo para cuando puedan por fin, tras estos largos días, cuidar de su cachorro. Padres que se aferran a estas acciones, las únicas en las que encuentran el consuelo de ejercer de padres. Padres aún a pesar de la distancia y aunque el hijo tenga más de cuarenta años.
Como esa madre que, ante la impotencia
de no poder hacer nada más por su criatura, prepara litros y litros de
sopa. La reparte cuidadosamente en botes de cristal de tamaños diversos,
todos recuperados de otros usos, todos con sus tapas doradas o blancas.
Organiza el congelador para encontrarle un sitio a cada bote y poder
guardarlos dentro cuando se hayan enfriado, al lado de las croquetas de
cocido.
- "Creo que tendré que hacer más croquetas", musita entre dientes.
El consuelo de hacerlo por su hijo.
El consuelo de hacerlo por su hijo.
Cada familia tiene sus cosas, sus creencias íntimas y en la mía, una de ellas es el poder curativo de la sopa de la madre de uno. Y así, uno de estos tarros de sopa congelada de mi propia cosecha se convierte hoy para mí en un símbolo. Un símbolo que me une a ellos. Un símbolo de esta época, que dura apenas unos días que pesan en el alma como meses.
Hoy cenaremos sopa y dormiremos mejor. Mañana tendremos más fuerzas para encarar otro día eterno que nunca pasará lo suficientemente lento.
1 comentario:
Ay Holly. La sopa, las croquetas y las almohadas. Y días eternos. Las vueltas nunca fueron fáciles, ni los motivos.
Será que estos días eternos y lentos nos sacan cosas.
Yo voy ahora. Bluetooth mental y sopa.
Besos Holly.
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