lunes, 13 de abril de 2020

Hoy cenamos sopa

Como esos padres que limpian con mimo la habitación del hijo, mullen la almohada y los cojines, activan la calefacción y lo preparan todo para cuando puedan por fin, tras estos largos días, cuidar de su cachorro. Padres que se aferran a estas acciones, las únicas en las que encuentran el consuelo de ejercer de padres. Padres aún a pesar de la distancia y aunque el hijo tenga más de cuarenta años.

Como esa madre que, ante la impotencia de no poder hacer nada más por su criatura, prepara litros y litros de sopa. La reparte cuidadosamente en botes de cristal de tamaños diversos, todos recuperados de otros usos, todos con sus tapas doradas o blancas. Organiza el congelador para encontrarle un sitio a cada bote y poder guardarlos dentro cuando se hayan enfriado, al lado de las croquetas de cocido.
- "Creo que tendré que hacer más croquetas", musita entre dientes.
El consuelo de hacerlo por su hijo.

Cada familia tiene sus cosas, sus creencias íntimas y en la mía, una de ellas es el poder curativo de la sopa de la madre de uno. Y así, uno de estos tarros de sopa congelada de mi propia cosecha se convierte hoy para mí en un símbolo. Un símbolo que me une a ellos. Un símbolo de esta época, que dura apenas unos días que pesan en el alma como meses.

Hoy cenaremos sopa y dormiremos mejor. Mañana tendremos más fuerzas para encarar otro día eterno que nunca pasará lo suficientemente lento.

1 comentario:

Paul Varjak dijo...

Ay Holly. La sopa, las croquetas y las almohadas. Y días eternos. Las vueltas nunca fueron fáciles, ni los motivos.

Será que estos días eternos y lentos nos sacan cosas.

Yo voy ahora. Bluetooth mental y sopa.

Besos Holly.