jueves, 21 de junio de 2007

Zalacaín.





Ahora que me estoy reconciliando con Octavia, por haber enamorado y abandonado a uno de los 30 hombres mayores de 33 años más pobres de París, escribo frases sueltas. Pero sin sillón Voltaire.



"Esta vez tampoco pude terminar porque Octavia pegó un salto desde el diván hasta el Voltarie y se instaló cómodamente sobre las rodillas del enfermo para matarse de la risa. Lo había entendido todo pero quería volver a entenderlo todo otra vez. La verdad, en mi vida había logrado hacer feliz a una mujer y la taquicardia era tan atroz hasta en mis piernas que Octavia no tuvo más remedio que aplastarme el corazón con una mano para poder seguir leyendo y matándose de la risa con la otra.
En fin, esto tampoco sé muy bien cómo contarlo, pero así fue porque la pobre Octavia llegó a perder el equilibrio de felicidad en el momento en que más latió hasta el sillón Voltaire.

(...)Y seguía matándose de la risa y explicándome y encontrando sinónimos en francés, hasta que perdió el equilibrio, por mi culpa, pero felizmente logró aplastarme más el corazón, a tiempo, y no llegó a resbalarse de felicidad."

Alfredo Bryce Echenique, El hombre que hablaba de Octavia de Cádiz.

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