De vacaciones.
os escribo desde mis vacaciones en el crucero de jóvenes promesas. Gracias al papel de calco puedo escribiros a los dos la misma carta sin tener que repetirla ¿no es asombroso? (Paul, recuérdame que te lleve a la vuelta de mis vacaciones para poder conservar siempre una copia de lo que escribas).
He conocido a algunas personas aquí en el crucero. Paso casi todo mi tiempo con Meg y con Lily. Meg es una chica morena y muy linda. Utiliza dos pastas de dientes, primero una normal para limpiar y luego otra con bicarbonato para blanquear. Se lava con las dos tres veces al día, lo que hace un total de seis lavados de dientes al día. Yo le he dicho que, a este paso, dentro de 20 años no va a tener dientes que limpiarse. De momento ya es casi incapaz de saborear nada que pruebe en las dos horas siguientes a su ritual dentífrico. Pues bien, Meg tiene la teoría de que se puede saber mucho de una persona por la forma que tiene de lavarse los dientes (os explicaré su teoría otro día, ya estoy escuchando la música de cocktail de esta noche y pienso llegar tarde, pero no tan tarde, sólo lo justo para hacer una entrada triunfal). Esta mañana, después de mi charla con Meg, me he descubierto mirándome con recelo en el espejo mientras me cepillaba la dentadura y la verdad es que no he aprendido nada nuevo de mí misma.
Lily es pelirroja de ojos verdes, siempre luce cercos oscuros debajo de los ojos y es de una palidez enfermiza. Anda un poco en las nubes, lo que es de agradecer porque para charlas interminables ya tenemos a Meg, con la que puedes hablar sin escuchar en absoluto lo que te está diciendo, eso sí, cuando Lily habla todo el mundo la escucha (en cuanto a mí, me escuchan siempre, aunque no diga nada, lo que es bastante incómodo, por cierto). Hoy Lily estaba tumbada en una hamaca ojeando un café con leche y bebiéndose La importancia de llamarse Ernesto (ella siempre lo hace así) y sin venir a cuento nos ha preguntado “¿creéis que se puede amar a alguien sin admirarlo o que, por el contrario, el amor lleva implícito la admiración por algún rasgo, comportamiento o costumbre del ser amado?”
Así que con esta pregunta me inicio en esta sección que te gusta tanto, Paul.
P.D.: Meg opina que no es necesario admirar para amar, aunque ella casi siempre ha admirado la cuenta corriente de sus amados. Lily dice que si ella ama es porque admira algo del otro y que como mucho la cuenta corriente le produce envidia y yo… yo seguía pensando en pastas de dientes con bicarbonato.