jueves, 28 de junio de 2007

¿Y a ti qué te gusta?

A Amelie le gusta mirar hacia atrás en el cine y ver la cara de los espectadores.
A Amelie le gusta descubrir los detalles que nadie ve.

A Amelie le gusta hundir la mano en un saco de legumbres y sentir cómo recorren su piel.

A Amelie le gusta partir con la cuchara el caramelo de la crema catalana.

A Amelie le gusta hacer rebotar las piedras en el canal.

A Amelie le gusta hacerse preguntas sobre qué estará haciendo la gente de la ciudad.



domingo, 24 de junio de 2007

Reunión en la cumbre - Los planetas

Se ha reunido el comité de expertos
y han decidido que se acabó lo nuestro
y a mi me habría gustado haber participado en el proceso.

Se ha reunido el comité de empresa
y han decidido que se acabó la fiesta
o estás de nuestra parte o vete preparando las maletas.

Se ha reunido la junta de accionistas
y han decidido que te pierdas de vista
que últimamente te estabas pasando de lista.

Se ha reunido la junta extraordinaria
y han decidido que no les hace gracia
otra vez el mismo chiste y que por qué no lo cambias,
a ver para cuando lo cambias.

Se ha reunido un grupo de empresarios
y han decidido ponerte un salario
para que me estés jodiendo la mayor parte del tiempo.

Se ha reunido el consejo de ministros
y han decidido poner fin a lo nuestro
que yo me estoy colando
a ver si aquí el que paga es siempre el mismo.

Se han reunido los de la policía
y han decidido que la comisaría
es el sitio adecuado para que pases el día.

Se ha reunido el cónclave romano
y han decidido que te han excomulgado
por lo que vienes diciendo
por lo que vienes contando...
las basuras que vienes contando.

Se ha reunido un corro de vecinas
y han decidido que digas lo que digas
nadie te va a hacer ni caso ellas no se dan por aludidas.

Se han reunido catorce o quince locas
y han decidido tocarme las pelotas
y lo están consiguiendo,
me voy a quedar en el intento.
Me voy a quedar en el intento.

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http://www.goear.com/listen.php?v=428c3bb

sábado, 23 de junio de 2007

No me importaría...

No me importaría que las rachas fueran de viento, ni que los ojos mirasen firmes a un sitio preciso. Que las llamadas fueran perdidas justo en el momento exacto en que recordar esa noche. Las mañanas son de los días que esquivan respuestas y puntos sobre las íes. Las cicatrices son de momentos inoportunos, de notorias aboliciones de lo concluido. Si todo ya fue expuesto y tuvo su propia amnistía de ambivalencia. No me importaría que los nudillos fueran reptiles recorriendo los pasillos de mi idempotencia, ni que las noches en vela fueran cobijo de miles de estrellas muriendo a deshora. La fuente de todo lo inmune es el propio resguardo de la indiferencia, como tantas palabras dichas a ciegas y tantos tejados anclados en la desdicha de no retener la lluvia, de tantas y tantas rupturas de nada, de tantos cafés cortados, de todas las caras de pena.

viernes, 22 de junio de 2007

Ecografista o ecografitero.

En uno de esos lugares de batas blancas conocí a un ecografista, o ecografitero, según gustos, que mantiene una entrañable relación con el gel ecografista, o ecografitero, según gustos. A parte de ser guapísimo, tenía unas manos divertidísimas y cuidadísimas, no me extraña que el tubo de gel se enamorase de ellas. Así que ahí estaba mi nuevo ex-desconocido, alegrándome el día y yo sintiendo frío en el ombligo.
Se le ruborizaban las manos, tímidas ante tanta mirada, por lo que tuve que dejar de mirarlas y entonces me dí cuenta de que él era de esa clase de personas que te mira a los ojos cuando te habla, sus ojos te miran, divertidísimos, atentísimos, como queriéndote decir que para ellos es un placer hablarte. Que no cambiarían nada del mundo por estar hablándote en ese momento exacto. Porque, a parte de divertidísimos, también sus ojos eran habladores. Y divertidísimos eran también los pelillos que se le escapaban por el cuello de la camiseta y divertidísima era también la cana prematura de su flequillo.
Atentísimo era todo él y empecé a pensar si sería igual de atento a todas horas con su novia (no tenía las manos anilladas). Si tendría gestos de enamorarse para toda la vida o si, por el contrario, no le cogería el teléfono, ni la llamaría o si iría a un montón de sitios a los que sabe que ella quiere ir pero sin ella, o si no tendría tiempo para estar con ella pero sí días y días para todos los demás, o si... y en ese momento una mariposa me dió un beso en el hombro para sacarme de mi ensimismamiento, o enmimismamiento, según gustos. Porque yo ya no tenía en la cabeza sus manos enamoradas del gel, sino otras manos que yo deseo enamoradas de mi piel.

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El rapto de Europa.

Parece que los que escribieron palabras de amor, los que lo cantaron y los que se besaron bajo la lluvia nada saben de esto porque antes de ti y de mí no existía. Nos hemos sentado en cines sin que ellos supieran que las cámaras giraban en torno a nosotros, en torno a ti y a mí, juntos. Hemos visto películas mientras otra se desarrollaba entre nuestras manos. Hemos llorado por palabras escritas que nos contaban que esto es único. Pero no sé si tú has llegado a darte cuenta alguna vez.

Te has dejado las manos taladradas en mi piel, cosidas con tus labios. Ya no sirve para nada más que no sea sentirte a ti y me escuecen incluso las miradas de otros. Me quemas todavía, me abrasas si estás lejos y me apagas si te veo, me quemo al verte y me enfrío si no te siento. Esto no descansa. Esta incertidumbre no me deja descansar.

Mírame. Estoy más cerca de lo que imaginas. Pero si nos alejamos poco a poco quizás, cuando vengas a por mí, ya no me veas y no seré más que una sombra de tus europas, a las que perseguías día y noche, en sofás, colinas, discotecas y portales..

¡Llévame!.

jueves, 21 de junio de 2007

Zalacaín.





Ahora que me estoy reconciliando con Octavia, por haber enamorado y abandonado a uno de los 30 hombres mayores de 33 años más pobres de París, escribo frases sueltas. Pero sin sillón Voltaire.



"Esta vez tampoco pude terminar porque Octavia pegó un salto desde el diván hasta el Voltarie y se instaló cómodamente sobre las rodillas del enfermo para matarse de la risa. Lo había entendido todo pero quería volver a entenderlo todo otra vez. La verdad, en mi vida había logrado hacer feliz a una mujer y la taquicardia era tan atroz hasta en mis piernas que Octavia no tuvo más remedio que aplastarme el corazón con una mano para poder seguir leyendo y matándose de la risa con la otra.
En fin, esto tampoco sé muy bien cómo contarlo, pero así fue porque la pobre Octavia llegó a perder el equilibrio de felicidad en el momento en que más latió hasta el sillón Voltaire.

(...)Y seguía matándose de la risa y explicándome y encontrando sinónimos en francés, hasta que perdió el equilibrio, por mi culpa, pero felizmente logró aplastarme más el corazón, a tiempo, y no llegó a resbalarse de felicidad."

Alfredo Bryce Echenique, El hombre que hablaba de Octavia de Cádiz.

domingo, 17 de junio de 2007

Santorini. Por: http://www.lume.org/weblog/

Soñaba mucho. Tanto, que la mayoría de las noches le dejaban absolutamente exhausto e incapaz de mover un sólo músculo hasta ya avanzada la mañana. Casi nunca recordaba nada más allá de los primeros parpadeos, del borroso instante en que sus pies aún no se habían dejado caer sobre la realidad de un hospital que transformaba su vasto universo en los 80 cm de ancho de su cama.
No sabía ni quién era, ni cuánto llevaba su cuerpo postrado en una horizontal en la que el horizonte, el imposible, quedaba justo donde terminaba su piel para comenzar las sábanas. Vivía dividido entre dos mundos desde hacía tanto tiempo que había llegado a medirlo por la lentitud con que sus días se acortaban a medida que las estaciones pasaban. Por el ruido de la calefacción a media tarde o la ausencia total de brisa de las largas jornadas de sol de sus veranos.
Sólo había un momento, alguna vez, en que su estática vigilia lo reconfortaba. A veces, sentada al borde de la cama con una presencia inmóvil, como de flor, una enfermera con el nombre de Isabel le susurraba cerca del oído las historias con las que soñaba.
- Cuéntame un cuento esta noche, Isabel- Decía. - Cuéntame una historia para que me olvide de esta cárcel, de este imperio de la soledad y de esta cama.
Ella sonreía desde el mar azul turquesa que apresaba sus pupilas, y le contestaba.- ¿Una historia sobre qué?- Una historia de un amor imposible y un volcán, de un río de lava…
Y tomando prestadas un puñado de palabras, aquella Isabel paciente y delicada, le contaba.
- “Mi madre me contó una vez que hay una flor que crece al pie de un volcán, junto a un lago de agua templada….”
Transformaban aquella habitación en un universo libre de ataduras, alejándose arropados solamente por aquella voz como el cristal hasta casi el amanecer en que les sorprendían el cansancio, la medicación, o el sueño. Más de una vez les descubría el sol adormilados hacia el infinito con la mano entrelazada.
Hasta que un día, algún tiempo después, Isabel dijo que se marchaba. Se casaba, le contó, se cambiaría de ciudad y ya no volverían a ser suyas (de los dos) aquellas historias en las que el mundo era infinito contadas desde la almohada.
Nunca decía exactamente cuándo. “Pronto”, “unas semanas”. No importaba. Hasta que una vez, sentada más frágil y menos calmada, le dijo:
- Será mañana- Vaya….
Y tras un largo silencio, aquel Javier postrado inmóvil en la cama, le contestó.
- Háblame hoy del amor, y de nosotros. Háblame del océano incansable que vive en tus pupilas, y de tu voz. Háblame de un lugar que sea nuestro con el que soñar después, cuando te hayas marchado y no me quede nada.
- “Hay una isla en Grecia, cerca del mar, que fue un volcán hace ya tanto que el mundo ya nunca lo recuerda. Sus casas son todas de color blanco y las ventanas y cúpulas que las adornan están vestidas de un azul tan hermoso, tan limpio y tan perfecto, que intenta perderse a medio camino entre el cielo y un mar tranquilo y apacible cuyas olas lamen los acantilados hasta los los que caen las casas. El suelo de pizarra de sus calles resuena, solitario, bajo mis sandalias.
En esta pequeña isla enamorada del mar, el sol se pone acompañado de una dulce neblina que siempre me recuerda a aquellos días de verano en que te vi crecer mientras soñaba, distraída, desde mi ventana. Había algo en tu forma de mirar que no has perdido ahora con el paso de los años y la soledad; un brillo malicioso e inocente tras tus ojos que siempre me recordará que me pasé toda la vida deseando conocerte y acabar perdidos en un mundo en el que todo fuera piel, y sol, y viento y una caricia de corazón a corazón acompasada al ritmo de tu cuerpo golpeándome en la espalda.
Esta historia habla de Santorini, y de ti y de mí, y de aquella única vez”.
Y la mano inocente de Isabel se perdió en aquel instante por debajo de las sábanas.
- “Hay un pequeño edificio en la ciudad, con un discreto campanario que mira al mar sobre un tejado a dos aguas en el que solíamos encontrarnos. Te habías vestido de blanco y me dijiste que tendrías que marchar y que querías no decirme adiós (pues odias la expresión) pero que no creías que volviéramos a vernos. Y esperando tumbada bajo el sol y la humedad, me sorprendió el sueño.
Me desperté contigo sentado junto a mí, como lo estoy yo ahora, tu mano acariciándome los labios.
- No te muevas, dijiste.
No me moví.
Ni cuando me abriste los labios con los dedos. Ni cuando manteniéndolos entreabiertos rellenaste el espacio vacío con nuestro primer beso. No me moví de aquella boca hambrienta con que me buscaste cada milímetro de piel entre la mía, por años reseca de esperarte así, enredada entre tus labios y tus manos y tu lengua entre los dedos.
No me moví cuando tu mano me buscó violenta debajo de la falda, ni cuando el hambre te llevó a morderme el cuello. No me moví mientras tus dedos me encontraron buscando más fuerte el contorno escondido de tu mano entre mis piernas.
No me moví cuando después de desnudarme me fotografiabas con los ojos, inmóvil, guardando en tus pupilas una despedida que ninguno de los dos se atrevería a formular.
No me moví ni un sólo instante. Aquel era tu momento, más que nuestro. Aquella despedida para ti era poco más que un vano adiós con el que desvelarme, entre jadeos y sudor, un secreto que me estabas reservando.- Siempre te quise, dijiste, desde el primer momento. Pero no me atreví, y hoy ya es tarde.
Y yo callé, tendida entre tus brazos. Te había esperado hasta que ya no fue importante, hasta casi olvidarlo. Tanto que aquella espera se volvió parte de mí y me alejaría de un nosotros más amargo. Habría de ser así, que nuestro corazón se había unido en la distancia y al estar tan cerca éramos poco más que extraños. Buscábamos los dos un mito, una quimera que habíamos forjadoentre los dos al observarnos desde las ventanas y aquel suelo liso en el que resonaban con cadencia de reloj a veces mis zapatos. No teníamos nada que darnos, o nada que ofrecer, que se pudiera prorrogar más allá de aquel tejado de aquella isla que una vez fuera un volcán, de aquel encuentro, y de aquel abrazo”.
La mano de Isabel temblaba sobre el corazón de un Javier inmóvil. Sus ojos de niño se habían perdido en algún punto más allá del techo.
- T-t-t-e…. te escribí al volver a Santorini, un mes después. Pero te habías ido… Te…. te recuerdo, Isabel…
Aquellas cuatro paredes menguaron hasta convertirse en un minúsculo ataúd de nuevo.
- Nada me retenía allí.- ¿Y… el resto?- Puro azar, me temo. Y ahora tengo que marcharme.- ¿Volveremos a vernos?- Quién sabe…
Isabel se fue como un soplo ligero y suave de viento frío que anuncia el fin del verano de la mano del invierno.
Después de recorrer con la mirada aquella habitación, cerró los ojos una última vez.
Soñaba mucho. Tanto que la mayoría de las noches, si alguien pasaba cerca de la habitación, podía oír el eco lejano de unas campanas, las gaviotas, y el mar. Y el sonido rítmico, como un corazón, de unos zapatos…

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Una pena que lo haya dejado este chico...

Cuarto y mitad de primavera

Carmen es mitad de primavera
y tres cuartos de cielo
y un colchón
donde pasa el sol la noche entera...
y se duerme cuando escucha su canción...
Guarda en los bolsillos las fronteras,
y sube cuando bajan los demás...
le pone mermelada a las mentiras
para que escuches siempre la verdad...
Tiene cuatro lágrimas guardadas
por si le dicen que no...
y un jardín de flores disecadas
pa´ emergencias del amor..
.y una veleta siempre apuntando hacia el sur
que es donde miro yo si miras tu...
Carmen guarda el mar bajo la almohada
,y sale cada noche a navegar...
ataca con un golpe de caderas
cuando enseña los dientes la ciudad...
Tiene tres sonrisas ensayadas
por si tiene que llorar,
y un banco en el parque del olvido
por si tiene que esperar...
y unos ojitos siempre mirando pa´l sur,
que es donde miro yo si miras tu...
Tiene cuatro lágrimas guardadas
por si le dicen que no...
y un jardín de flores disecadas
pa´ emergencias del amor...
y una veleta siempre apuntando hacia el sur,
que es donde miro yo si miras tu...
(Carmen - Luis Ramiro)

viernes, 15 de junio de 2007

[press to start]

El tablero de juego es mi vientre y nos repartimos las cartas con sólo mirarnos.

martes, 12 de junio de 2007

Demasiado humano

De humano
tengo los cuerdas vocales, para gritarte mis desvelos, mis dudas y mis carencias.
Tengo la piel, que se abre con precisión a cada tacto tuyo. Tengo los pies, que echan a correr cuando me doy la vuelta. Tengo las manos con que te toco, las mismas con las que no te alcanzo.
De humano tengo el ombligo, el mío, y un olvido tuyo.
Tengo los ojos cansados y la vista perdida, dolor de cabeza, los pies en la pared
y el pulmón derecho a la izquierda si me estás mirando. Tengo mil mentiras que son verdad los lunes y viernes laborables. Tengo tejados de cristal de tubo y suelos de cemento fresco, madrugadas de sol enlatado y eclipses lunares esparcidos por la piel.
Tengo de todo huyendo por mis venas y poco más que ofrecerte.
Tengo la vida, que es lo más humano que puedo darte, el mayor de mis defectos,
tu juego de mesa.

domingo, 10 de junio de 2007

19 de abril de 2oo6. (Inacabado)

Cada paso duele. Vas descalzo y se te clavan los cristales, se te clava hasta el asfalto.

Mercurio por tus venas, tu sangre perdió ya su rojo.

Parece que tu vida se mueve demasiado deprisa. Que te vas a quedar en tierra.

No entiendes nada.

viernes, 8 de junio de 2007

La puta de Mensa - Woody Allen

Tomé el teléfono y segundos más tarde una voz aterciopelada contestó. "Entiendo que usted puede arreglarme una hora de buena charla" -"Claro, amor. ¿Qué tienes en mente?" -"Me gustaría discutir Melville" -"¿Moby Dick o novelas más cortas?" -"¿Cuál es la diferencia?" -"El precio. Eso es todo. El simbolismo cuesta extra. Cincuenta por Moby Dick, le gustaría una discusión comparada... Melville Hawthrone, podríamos arreglarlo por unos cien. ¿Quiere una rubia o una castaña?" -"La espero en el Plaza. Sorpréndame" dije y colgué.

A los pocos minutos de llegar a la habitación del hotel, una pelirroja de cuerpo dudoso golpeó la puerta. -"Me sorprende que nadie te haya parado vestida así, el conserje usualmente detecta con facilidad a las intelectuales." -"Con un billete de cinco no distingue nada". -"Bueno, ¿comenzamos?", dije, y la llevé hacia el sillón. Ella encendió un cigarrillo y dijo: -"Creo que podríamos comenzar encarando Billy Budd como la justificación de Melville a la creencia en Dios, nést-ce pas?" -"Interesante", dije." Aunque no en el más puro estilo Miltoneano". Era una finta, me interesaba ver si valía para el oficio. -"No, El paraíso perdido carece de subestructura en pesimismo". Valía. -"Cierto, cierto. ¡Dios!, tiene razón." Murmuré. -"Creo que Melville reafirma las virtudes de la inocencia de una forma naive y a la vez sofisticada. ¿Está de acuerdo?" Yo dejé que ella siguiera. Apenas tenia diecinueve años, pero ya había adquirido esa ductilidad encallecida de una pseudo-intelectual. Tiraba ideas, pero todo era mecánico. Cada vez que yo emitía una introspección ella simulaba una respuesta: -"Oh, sí Káiser, sí amor, eso sí que es profundo". Una platónica comprensión de la Cristiandad. ¿Cómo es que no lo había pensado antes? Gemía plena de satisfacción. Conversamos por una hora y luego dijo que debía irse, no sin antes enunciar que aún tenia mucho para ofrecerme. Esto lanzó mi curiosidad. -"¿Qué es lo que querés decir?" -"Supón que quisieras tener ...una fiestecita. Una del estilo Noam Chomsky explicada por dos mujeres. Eso te costaría mucho. También por cien una mujer puede prestarte los discos de Bartok , cenar y luego te permitiría mirarla mientras tiene un ataque de ansiedad. Por trescientos te puedo ofrecer una judía castaña que pretende buscarte en el Museo de arte Moderno, te deja leer su master, y hasta mantendría una agria y audible discusión sobre la concepción de Freud sobre la mujer, y luego simularía el tipo de suicidio de tu preferencia. Una velada perfecta, para algunos hombres".

Hermosa ciudad, Nueva York.

martes, 5 de junio de 2007

Periódico con edición de madrugada.





A veces, que algo estalle en algún sitio, puede ayudarnos a reaccionar. Y yo quiero vivir sin tregua. Nada de dejarse llevar, nada de pereza, ya no más mañanas perdidas holgazaneando en la cama. Y he empezado hoy, y no lo he dejado para mañana, como Felipe, porque he tenido todo el día esa viñeta en mi cabeza....




Pero no ha sido lo único. Dicen por ahí que la vida no entiende de treguas. Pues para todos ¡mucha vida!, ¡ah! ¡y democracia y libertad, también!.






Pauline in the beach

Pobre corazón,
con razón
se cayó del techo.
Al ser de complexión,
circular,
rueda por mi cuerpo.

Torpe al navegar,
y encontrar
el pulmón derecho.
Y en mi expiración,
va el amor,
a parar al techo.

Tal vez
la emoción,
lo expulsó,
fuera de mi cuerpo.
Porque al bostezar, se salió,
por la boca el corazón.

Y rueda y rueda…
Por la ladera…
Y rueda y rueda…
Y se cae.

Pobre corazón…

Ahora, lo moderno es ser un tiburón.

Cada vez que veo a Paco, me enamoro de él.









Paul, has estado en el concierto de hoy, te lo juro.

lunes, 4 de junio de 2007

Dedicado a mi niña

Abro los ojos, oigo la lluvia, sonrío, me encanta,
cada vez que llueve me acuerdo de ti, las gotas
de agua resbalando por la ventana me recuerdan
tus manos acariciando mi espalda cuando me
abrazas.

Me gusta la lluvia, los días nublados que amanecen
oscuros y que te dejan la sensación de ser todo el día
noche. Me gusta acurrucarme en la cama y pensar
que estás a mi lado mientras escucho como llueve.

Me gusta pensar que estás en cada gota de lluvia, por
eso salgo a la calle y dejo que me mojes.

Me gustas

domingo, 3 de junio de 2007

Qué hacer en la vida

Se acerca el ocaso del día y según pasan los segundos en mi reloj
mis ojos se van cerrando. Llega el final del día y al cerrar los ojos
todo él pasa en un segundo. Es momento de recordarlo de vivir
de nuevo las alegrías y las penas del día a día. Pero eso no me
preocupa, siento una triste soledad en mi mente y en mi cuerpo,
hay algo de lo que he hecho hoy que le importe a alguien?. Esa
pregunta me asalta en todos los ocasos, mis actos son para mí,
pero quiero que también les sirvan a los demás. Siempre me
queda esa desazón, si algo de lo que hago hace bien a alguien,
es una esperanza que tengo, pero a la vez es una tristeza que
me invade, qué hacer.

Es la primera, no estoy a vuestra altura, pero iré mejorando.
Besos

Día D.

En estos días que corren, espero que mi luz de donde el sol la toma no sea un plagio. Porque ha habido otros. Lo han anunciado en las páginas de un periódico de un domingo cualquiera, como hoy. Y en escrituras apretadas leo que alguien, alguna vez, trajo sus pinturas de spray a mi vida, grafiteó temas incendiarios en las paredes de mis venas y abandonó los botes, ya gastados, entre mis costillas. Y recuerdo algún domingo en el que escribí una declaración de amor. Entonces, no tenía casi nada que ofrecer y absolutamente nada que perder, quería que mis palabras fueran tan buenas, tan bonitas, que fuese imposible no amarme.
Que tenía el corazón encorsetado y quería salir de su prisión, estallar. Que no necesitaba mirar otros ojos para sentirlo, que ese par de ojos no eran más que una excusa, una excusa para poder decir lo que durante tiempo no me atreví. Pero, aun hoy, dudo de que haya dejado atrás mi pasado y, ya muy pocas veces, temo que sea él el que me haya dejado a mí atrás.




[Recomendación: La vida exagerada de Martín Romaña, de Alfredo Bryce Echenique]